viernes, 22 de abril de 2011


Una niña que ha vivido siglos no sabe donde nació. Sabe que nació porque existe, pero de algún modo u otro cree que los siglos no han sido más que un puente. Sabe también que dentro de su pecho existe también un puente colgante y no un tambor de cuero. Sabe que una niña deberia saber su lugar de nacimiento y el nombre de sus padres, pero sabe que no lo sabe y nunca ha intentado entender por qué.
La niña tiene un perro al que le da de comer los restos de sus muñecas. El sonrie agradecido. Ella lo abraza feliz. A él no le importa donde nació, si es un puente o una niña. El simplemente la acuna con sus ojos y ella en su abrazo hace bailar freneticamente su sangre dentro de los brazos en señal de agradecimiento.
El puente se alarga y en un suspiro los siglos se convierten en arenas de un reloj que abrigan su piel. La niña abre los ojos y sus brazos estrechan la nada.
El puente se ha roto.

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