VII

jueves, 27 de agosto de 2009
Una puerta que deja entrar el infierno. Un Godot que no detiene, que nunca llega. Demonios subiendo escaleras escarlata, con garras y arañas. Una mano sucia, cansada de sacrilegios. Una mano que tiene una llave. Una llave que abre el abismo. Un abismo que tiene un espejo. Y en el espejo, dormida, una puta vieja que cruelmente susurra.

VI

sábado, 22 de agosto de 2009
Confundir un perro con Baudelaire. Tratar de tirarse de un cuarto piso ( ja! De todas maneras no morirías). Llorar, correr, erráticamente. Mientras el piano viejo suena, contaminando todas mis venas, epidémicamente.
Decir te amo por primera vez, mientras el pato muere, y esa es la horrible verdad. El pato se muere, y el perro se quedo abandonado. El vidrio corre a caudales entre una mano y el piso.
Romper un cuadro de hace 3 años, y tu lo armaste de nuevo. Gracias por sacarme de la ventana.
Te das cuenta de que estas cagada cuando no le achuntas ni al vacio, y cuando dejas dos calcetas (desiguales, pero aun así, blancas) abandonadas en el balcón. Como dos lirios muertos, dispuestos a caer.

II

domingo, 9 de agosto de 2009
Con dientes felinos desgarra su garganta, atrás de su frente y entre pecho y espalda, mientras mira, paciente, a aquel miserable llorar.
Le mira con ojos de playa al atardecer, mientras las lágrimas, llenas de barro y podredumbre de aquel, ensucian sus paredes y la alfombra.
En esa mirada lata, suenan sus uñas también, afiladas, diamantinas, bailan bajo su sonrisa queda de Gioconda corrompida.
Sigue llorando el esperpento y los dientes y las uñas vibran con furor, pero los ojos tienden una red aletargada.
Las lágrimas hieden por todo el lugar, el pobre diablo no pone fin a su llanto. Se forma una poza cenagosa y maloliente que roza sus zapatitos color rosa, de tacón.
Los ojos miel y la sonrisa mansa caen al piso y se quiebran con estruendo. Luego el silencio.
Los dientes leoninos los vengan. Las uñas corren presurosas, en tropel.
Las lágrimas cesan, se confunde con hiel. Y el miserable flota con su cuello bermejo entre el agua salina y pedazos de ojos miel.
La des-sonrisada se agita, ciega, su furia nuevamente aflora. Iracunda, pero ya lejos, taconea y taconea.
Una lágrima y una gota de sangre salpicaron… sus zapatitos rosas se ensuciaron. Ya no es igual.
Se va

I

martes, 4 de agosto de 2009
Tienden a mezclarse los infiernos y “lo bonito” en un día como hoy. En un día como hoy también, un ahorcado me saluda desde la entrada de mi habitación y susurra un “c’est la vie” algo ronco, ya lejano. Estrangulando mis dedos me acerco… “buenos días señor ahorcado” y generosamente saluda con un balanceo de pies.

Me siento en la cama, ahorcadas ahora también mis palabras, rotas, clavadas en el humo del palo santo que se quema, y se quema, derritiendo las paredes de mi conciencia. Antes de cerrar los ojos trato de decir algo, algo humeante, algo nuevo. Pero se atasca en los dientes y sólo queda una sonrisa. Miro al ahorcado, me cierra un ojo y nos reímos buenamente los dos.