XI

miércoles, 12 de diciembre de 2007
Y ayer pasó sin más. Siguió habiendo tierra, siguió galopando el mar. Siguió bailando la luna con la noche morena, brillaron estrellas, volaron aves.
Y yo en el medio, el medio de todo, con un templo en mi pecho, gritando, corriendo luces, corriendo almas.
En el medio de la nada, como un huracán mudo, como una película rota en un cine vacío.
Girando colores, absorbiendo sin tocarme, la realidad infame. No sabe, no sabe.
No entiende ni calla. Me habla de desiertos, me habla de lunas. No sabe ni entiende. Estúpida y vil, toda malezas, toda demonios.
Estoy en el medio con mis alas mutiladas. Se me desangran los sueños, estoy muriendo, estoy lejana, estoy sufriendo.
Me traspasa el pecho una daga de nieve. Dolor perenne, frío por siempre.
Todo pasa, pasa. Se ríen de la vida, las sílfides y los árboles, todo azúcar, todos felices.
Y yo en el medio de todo y de nada. Reptante mi mente, arrastrándose por espinas de ponzoña; por esos ojos que aniquilan cuando me ven, escondidos.
Me muero, me muero, me muero… Difunta mi mano que rasguñas las letras. Difunta y sacrílega, robándose las emociones de los vivos.
¡Maldita, irreal! Esa es mi sangre, revolcándose en esta realidad que no entiende, que no es mía.
Que es prostituta, que se vende al mejor postor.
Yo no compro, yo no vendo. Yo me muero, extinta y sola, me voy al infierno… me voy lento, lento…


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