No me dejas cerrar los ojos. No puedo. Los crucificaste con palabras que no supe descifrar hace tiempo, y las de ayer… sobre todo las de ayer…
Tu, en medio de todo, de sicarios, de anfibios, de las olas en las que te bañaste en la noche “atrevidamente”. Tu, terremoteando mi cabeza, de un día para otro, diste vuelta todo, huracanada, incansable, como cuando te vi por primera vez. Tu y el maldito tiempo, la distancia, la velocidad y otras vainas, que aunque suenen a física, hubiesen dado para novela.
Yo. Un cerro de fotocopias desordenadas bajo una pared roja. El cuadro de la negra inconclusa. Un tatuaje invisible en la cien. Un recuerdo de tus manos y de tu risa en camara lenta. Tu, removiendo escombros. Yo, al borde de la escalera. Sólo faltaría el “ si tu saltas, yo salto” que aunque cursi, nos quedaría bien.
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