Caen pesados los dedos sobre la hoja. La cabeza pesa como un alud del sur sobre las ideas marchitas y en el pecho una dolencia mezcla ira, mezcla tristeza.
Todo en una juguera risueña, una parodia a la miseria y a su hedor. Decapitado el sol en su ojo inerte, todo es ironía a su dolor rosado, a su apariencia impasible. Y por dentro las pústulas rebosando excrecencias que se escapan por su tacto, ahora, en la hora muerta.
Ahora , que converge su muerte cerebral, su sequedad ocular y su imbecilidad cardiaca.
Ahora, en la hora muerta.
Se quiebra un vaso, un cristal viaja desde su oreja hasta los pies. Todo cortado, yagas adentro y afuera, y sonríe, hipócritamente, cobardemente antes de cerrar los ojos en esta, su noche muerta.
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