
Mientras el agua de la ducha perforaba mis sentidos lo decidí. Quiero enamorarme una vez más.
No de alguien que tenga todo decidido, como yo. No de alguien seguro, como yo. No de ti, que estas llena de gorriones gorjeando en tus cabellos, que te llevan a lugares que no podré llegar. No de ti, que te llevan volando.
No de él, que busca a una más tonta que yo (y que él). Con su cabeza llena de nombres de huesos y vestidos de moda.
No quiero a una de tetas grandes y rubios pensamientos. No quiero a uno aburrido, con los dientes mascullando cifras que no entenderé.
Ya un espejo no quiero tampoco, ni a tus recuerdos mendicantes. No a un adulador, ni a una soberbia de nariz respingada.
Quiero un trozo de hoja en blanco en un libro, un lugar en un parnaso de reciclaje, lleno de cartones de vino y sin rimbombantes palabras, pero alto, alto como el firmamento mismo.
Quiero enamorarme: de un momento de muerte, más fiero que una golpiza, más dulce que la sangre, agudo como un colmillo. Extraño como un simbolista, absurdo como el futuro, inocente como las bestias.
Resumiendo, quiero una puta o un poeta que hagan perder el aliento y que me ayude a escribir entre gemidos, un poema dadaísta.