Una despedida

sábado, 7 de mayo de 2011

Ella escuchó cosas que nadie más oirá. Y supo recoger un abrazo como nadie más pudo. Ella podía sentarse a mi lado mientras lloraba, y no decirme nada, solo estar ahí con el rostro pacifico y compasivo.
Ella nunca juzgó. Fue feliz la mayoría del tiempo, y aún sin mediar palabras, creo haberla sostenido cuando estaba triste.
Le gustaba el helado de manzana y el viento en la cara. Correr entre los cerros, ensuciarse con barro y jugar entre flores. A veces las rompía traviesamente y parecía ser muy feliz haciéndolo. Por eso la foto.
Extrañamente comía con público. Tenía una noción muy tierna del pudor. Siempre reconoció a la gente desagradable y deliberadamente le mostraba sus dientes. Sus hermosos dientecitos blancos.
Jugaba a la pelota y le gustaba que le cantará canciones rídiculas con mi pésima voz. Le gustaba que le dijera “mi niña”. Siempre lo fue, y siempre será.

Farewell my dear... más vale tarde que nunca...

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