Sirena

martes, 25 de enero de 2011

Mirando las mejillas de la luna un día vio bailar a una sirena encantadora. Era extraña, mitad pez, mitad diosa, pero no estaba en el mar ni en tierra firme, vivía en la luna.
Empezaste a preguntarte ¿por qué? Y quisiste bajarla a tu lado. Pero nada.
Anzuelos, canciones extrañas, seducciones de antro, las telarañas, canelas, ya sabes.
Y la sirenita siempre asentía con una sonrisa de mona lisa. De esas sonrisas que son peores que poker face. De esas sonrisas que no sabias manejar, que se te metían por las venas y te drogaban.
Caminaste mucho ese día, algo borracha, lo único que podías ver era su piel. La imaginabas, ahí con la palidez lunar incrustada en toda ella. No podías hacer otra cosa, te quemaba el deseo, tenías el hambre del león domesticado. Pero ella miraba sonriente y algo de siniestro se escondía entre sus dientes perfectos. La ambigüedad en los vapores del alcohol. Todo pintaba un cuadro maravilloso.
Tu solo podías reír y desear…su cuerpo, su alma… a ella en la luna encallada.

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