II

domingo, 9 de agosto de 2009
Con dientes felinos desgarra su garganta, atrás de su frente y entre pecho y espalda, mientras mira, paciente, a aquel miserable llorar.
Le mira con ojos de playa al atardecer, mientras las lágrimas, llenas de barro y podredumbre de aquel, ensucian sus paredes y la alfombra.
En esa mirada lata, suenan sus uñas también, afiladas, diamantinas, bailan bajo su sonrisa queda de Gioconda corrompida.
Sigue llorando el esperpento y los dientes y las uñas vibran con furor, pero los ojos tienden una red aletargada.
Las lágrimas hieden por todo el lugar, el pobre diablo no pone fin a su llanto. Se forma una poza cenagosa y maloliente que roza sus zapatitos color rosa, de tacón.
Los ojos miel y la sonrisa mansa caen al piso y se quiebran con estruendo. Luego el silencio.
Los dientes leoninos los vengan. Las uñas corren presurosas, en tropel.
Las lágrimas cesan, se confunde con hiel. Y el miserable flota con su cuello bermejo entre el agua salina y pedazos de ojos miel.
La des-sonrisada se agita, ciega, su furia nuevamente aflora. Iracunda, pero ya lejos, taconea y taconea.
Una lágrima y una gota de sangre salpicaron… sus zapatitos rosas se ensuciaron. Ya no es igual.
Se va

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